La música contemporánea, atendiendo a los movimientos vanguardistas para enriquecer el lenguaje musical, comenzó a buscar en el folclore aires de renovación, y también, aunque de una manera menos extendida, en el neoclasicismo y el método dodecafónico.
Albert Monserrat (1974, p.75) considera que estas tres búsquedas de la música contemporánea son los logros más importantes de la época: “La mayoría de los músicos importantes de la primera mitad del siglo han participado por lo menos en una de estas tres tendencias”.
Una nueva mirada al folclore
Para Monserrat, el conocimiento y revalorización de la música tradicional de los países europeos y americanos fue de gran importancia en la composición de las obras musicales sino de todo el siglo XX, al menos sí de la primera mitad. Este proceso fue alimentado por grandes músicos como Debussy, Ravel (influenciados por el folclor hispano), Stravinsky (el cual incorporó cantos y danzas rusas), Manuel de Falla (interesado en la música nacionalista española), Leo Janacek (quien indagó en el canto moravo), Zoltan Kodály y Bartok.
Kodály y Bartok son reconocidos folcloristas. El primero realizó numerosos estudios de folclore, y los utilizó para realizar sus obras: Salmo húngaro Variaciones sobre una canción popular (1939). “El interés por la música popular y por incorporarla a las composiciones actuales [siglo XX] ha contribuido a la creación de obras muy notables también en América” (p77).
De las composiciones americanas con influencia del folclore, Monserrat destaca a Aaron Coplan (1900) y Henry Cowel (1897) en Estados Unidos; Silvestre Revueltas (1899 – 1940) y Carlos Chávez (1899) en México; Heitor Villa-Lobos (1887 – 1959) en Brasil y Alberto Ginastera en Argentina.
Neoclasicismo
El movimiento neoclásico (de 1918 a 1939) consistió en un regreso a la música conocida como clásica, especialmente la barroca. Su rápida difusión se debe a que era música entendible para el público, y mayoritariamente tranquila, una especie de bálsamo en medio de una sociedad caótica de entreguerras.
La principal preocupación de este movimiento es el estilo, más que el lenguaje musical, ya que persigue la concisión y la objetividad. Adicional, reconoce y afirma el pasado artístico (por ello siempre parte de un modelo musical), como ocurre también con el folclorismo, pero esto no sucede con los movimientos musicales vanguardistas posteriores, que persiguieron una ruptura con todo lo pasado.
Por este y otros motivos, algunos críticos y expertos en la música consideran que esta relación con el pasado, tanto del folclorismo como del neoclasicismo, fue más momentánea que sólida.
Algunos autores consideran que el movimiento se vio influenciado por La Ilustración, una corriente europea del siglo XVIII, la cual expresaba la reflexión como un orden social, es decir, en donde impera la razón. Para sus composiciones, los representantes del neoclasicismo partían de un modelo musical formulado con anterioridad.
Algunos compositores que incorporaron estilos neoclásicos en sus obras se encuentran Serguei Prokofiev, Ravel y Milhaud, Ferruccio Busoni, Hindemith; Gian Francesco Malipiero y Alfredo Casella (neoclasicismo italiano) e Igor Stravinsky (quien estuvo vinculado a la tradición rusa).
Método dodecafónico
El dodecafonismo es una estética de difícil comprensión para el oyente. Algunos músicos la consideran música “muy cerebral” porque plantea una renovación profunda del lenguaje cuya orientación y centro es la atonalidad, un nuevo modo de componer. En cualquier caso, es un método muy exigente, tanto para los compositores e intérpretes como para los oyentes.
El creador de este método fue Arnold Schönberg; en Austria se destaca Joseph Matthias, proponente de un sistema similar. Entre los impulsores de esta estética se encuentra Alban Berg, discípulo de Arnold Schönberg y Anton Webern, quien la llevó a un extremo de austeridad.
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Referencias bibliográficas
ALBET, Montserrat (1074). La Música Contemporánea. Biblioteca Salvat de Grandes Temas nº 22. Salvat Editores, S.A. Barcelona, 1974.